El miedo

El miedo, ¿es de verdad un enemigo a vencer? Educación Emocional.

 

Lee con atención esta primera frase:

-Todo ocurrió como en cámara lenta, creo que escuché gritos, no lo sé, simplemente me quedé ahí, paralizado, sin poderme mover-.

 

¿Qué tiene en común esa primera frase con la siguiente?

-Vi cómo se hundía la lancha en la que iba mi hijo. No había tiempo para pensar, simplemente me tiré al río helado para ir por el-.

 

Vuélvelas a leer, piénsalo y contrasta las dos primeras frases con esta última:

-Dicen que fueron tres o cuatro explosiones antes de que todo se derrumbará, no lo sé. Dicen que yo salí corriendo aún antes de la segunda. La verdad no me di cuenta-.

 

Estas tres frases, sacadas de tres intervenciones en crisis, rozan una emoción común: el miedo. Sin embargo, las acciones que señalan son muy diferentes. En el primer caso observamos: Parálisis. En el segundo: Ataque.  En el tercero: Huida.

 

¿Cómo es qué una misma emoción puede suscitar reacciones tan diferentes? La respuesta es simple: el mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia como comer y respirar, y en el sistema límbico que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor y en general todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. Así entonces cuando hablamos de miedo, biológicamente, hablamos de supervivencia.

 

Sin embargo, el miedo no se queda únicamente a nivel biológico, existe también un aspecto psicológico; mismo que te invito a que descubras en estos tres ejemplos:

-No sé qué hacía en esa relación, ni siquiera sé por qué empecé con él. Ni siquiera había química. En realidad, era un amigo, un buen amigo. Pero nada más.  Yo pude decirle que no a tiempo. Pero simplemente no lo hice.  ¿Qué me hizo casarme?, no lo sé, quizá pensé que no encontraría a nadie más, que nadie más me querría, que me quedaría sola. –

 

Veamos otro ejemplo:

-Realmente fue una estupidez lo que hice. Yo era feliz con ella, como nunca lo había sido con nadie. Todo era mágico. En el fondo yo sabía que ella era diferente. Que era la buena, ¿sabe? No sé por qué comencé a complicar las cosas. La otra ni siquiera era real, era como una fantasía sin sentido. ¿Cómo describiría lo que hice?  Si me viera desde afuera, diría que fue como si hubiera salido huyendo, ¿es muy idiota no lo cree? Salí corriendo de alguien que en verdad me amaba y yo amaba –

 

Un ejemplo más, ahora en el ámbito económico.

-Si hago números, es un préstamo que trabajando en donde trabajo podría pagar, es decir, si yo llego a mi estimado de ventas, me sobra para pagarlo. Y para vivir. Y hasta para ahorrar. El problema es que nunca he llegado a mi estimado de ventas. Siempre me quedo corto. Y de hecho cada vez que tengo algún compromiso extra, que me obliga a sacar más dinero, no sé bien a bien qué pasa, pero no llego, y hasta me quedó más corto que en otras ocasiones. Es como si de verdad no pudiera alcanzar el éxito. –

 

Por supuesto que podríamos teorizar sobre la infinidad de antecedentes que explican estas conductas, sin embargo, en el fondo siempre existe una emoción, pues como dice Humberto Maturana «no existe accionar humano que no esté precedido por una emoción». En estos ejemplos, que son la suma de varios casos reales, la emoción detrás de estos accionares es nuevamente el miedo.

 

En el primer caso: miedo a la soledad.

En el segundo: miedo al compromiso.

Y en el tercero: miedo al éxito económico.

 

Sin embargo, a diferencia de los primeros tres ejemplos en el que observábamos miedos reales, en el caso de los miedos psicológicos, éstos son imaginarios e inconscientes. Aclarando que no por imaginarios se sienten menos reales y que por inconscientes entendemos cualquier cosa sobre la cual la persona aún no se ha dado cuenta. En ese sentido, en el primer ejemplo, la misma persona reconoce que tenía miedo a estar solo, sin embargo, ¿acaso no hay soledad más grande que aquella que se vive estando en compañía? En realidad, como reconocería tiempo después de terapia, pues no era cosa sencilla de reconocer, ella se sentía sola con él. En otras palabras, ya estaba sola, aún antes de dejarlo, es más, aun antes de conocerlo. Es decir, ya vivía su miedo, en este caso su pesadilla, sin darse cuenta. Aquello que buscaba evitar, ya era parte de su vivir.

 

En el segundo ejemplo, en el que llamamos «miedo al compromiso», la reacción más primitiva del miedo se hizo presente: «…salí huyendo» nos dice la persona. ¿De qué huye? La respuesta viene también después de un tiempo de terapia, dejando todo claro: «De lo que implica iniciar una relación verdadera», pues, como él mismo reconocería más adelante, se encontraba ante una mujer que buscaba un hombre, no un adolescente. Una mujer que, si bien lo llenaba, también lo invitaba a crecer y asumir el compromiso de un «estar juntos» real. A desarrollar ente ambos, como diría Fromm, el arte de amar.

 

Finalmente, en el tercer ejemplo, también observamos que la persona, en realidad, ya vive sus temores. Entrando más al caso, escuchamos verbalizaciones como la siguiente:» me da miedo no poder pagar las cuotas» «me da miedo no generar lo suficiente» Cuando lo analizamos en el consultorio, descubrimos nuevamente que la persona ya vive sus temores, pues hoy por hoy, no tiene para pagar, pues no llega a sus metas de ventas. Tiene la oportunidad de hacerlo, pero como él mismo dice» el éxito se le escapa» Retomando más responsabilidad dirá que «Él deja ir al éxito». O, en otras palabras, él se aleja del éxito. En síntesis: le teme.

 

Finalmente, si bien generar un darse cuenta de qué es lo que se está haciendo, da claridad sobre el cómo se está construyendo el vivir, debemos reconocer que no es suficiente para generar un cambio. Este, el cambio, viene cuando dejamos a un lado los introyectos que culturalmente nos hemos tragado para vivir el miedo: «no tengas miedo», «el miedo es de cobardes», Tú tienes que ser valiente», etc.,   Al introyectar en nuestra psique estos mensajes, nos desensibilizamos sobre esta emoción y perdemos las ventajas que conocerla y sentirla puede darnos. Pues, como todas las emociones, el miedo está en nosotros para algo y si lo escuchamos puede ayudarnos a orientar nuestra brújula interna y a tomar mejores decisiones. Ya que, en esencia, cuando sentimos miedo, la propia emoción nos está invitando a tomar una decisión: en el caso de nuestros ejemplos:  en el primero, a aprender a vivir en soledad o casarse sin amor, en el segundo a comprometerse o a seguir comportándose como adolescente y en el tercero a seguir jodido o a ir por el éxito. Como hemos visto, más que un enemigo a vencer, es un aliado a conocer.