El hombre y la madre.

 

 

Cuando surgió la idea de este conversatorio lo primero que vino a mi mente fue un recuerdo de hace casi 30 años. 

En ese entonces yo tendría  20 . 

Y quizás como una gran mayoría de los jóvenes  a esa edad creía que me lo merecía todo tan solo por el hecho de ser yo. Sin duda,  era muy inmaduro. 

En mi recuerdo me veo tomando un baño sauna en el club familiar al que asistía todavía con mis padres. 

Acababa de salir del gimnasio y aunque el sauna estaba abierto para todos los socios del club yo me molesté  cuando entró un Señor cargando un bebé de unos pocos meses de nacido.En ese entonces, para mí ,cualquiera que tuviera un hijo, era ya un Señor. Y un bebé algo insoportable. Una fábrica de caca, vomito y ruido. 

Además, este bebé tenía algo más: de verdad era feo. 

Sin embargo, y aquí viene lo importante, también pude observar cómo ese padre miraba a su hijo.  

Han pasado más de 30 años de este evento y aún hoy esa mirada me conmueve tanto como me conmovió en ese tiempo.

Este hombre veía a su hijo con un amor tan grande que incluso al patán que yo era en ese entonces, lo terminó suavizando y llenando de ternura.  El amor  y la entrega que yo  vi en los ojos de ese padre transformaron a su pequeño ante mis ojos, de pronto yo también, sin darme cuenta, lo vi hermoso. 

Este es el poder de la mirada. 

En esta primera reflexión quisiera resaltar dos cosas:

  1. No importa si tenemos todos los defectos del mundo, la forma en la que somos vistos por nuestros primeros adultos significativos, tiene el poder de transformarnos para bien. Igualmente si ésa primera mirada no fue amorosa no importa si teníamos todas las cualidades, nunca podremos vernos porque NO nos pusieron los ojos para verlas.  Tal como decía Lacan, ese afamado psicoanalista francés: miramos al mundo con los ojos con los que primeramente fuimos vistos.
  2. La segunda reflexión tiene que ver con el rompimiento de paradigmas con respecto a la mirada masculina hacia el cachorro humano: los hombres también podemos mirar con amor. Con ternura. Con delicadeza y con cuidado. También en los hombres existe el potencial de, tal como alguna vez lo describió el biólogo chileno Humberto Maturana: Mirar como lo hace la madre y volvernos en ese sentido: Hombres matristicos, tal como él  denominó en su momento al hombre con la capacidad de adoptar valores, conductas o emociones tradicionalmente relacionadas al mundo materno- femenino

En otras palabras, no solo la mujer puede ser madre. También el hombre puede serlo.  O por lo menos como en el ejemplo que les narraba, el hombre puede desarrollar para sí y para sus hijos las cualidades necesarias para generar un maternaje nutricio. 

Y ese es el primer paradigma de tres que quisiera invitar a romper a través de este conversatorio. 

 ¿Si la mujer llevó a su hijo en el vientre durante 9 meses, acaso el hombre no puede llevarlo en su corazón toda la vida? ¿El maternaje es privativo del género femenino  o es un gran constructo social negado al varón? ¿Qué pasaría si los hombres nos volviéramos matristicos? ¿Si la sociedad se volviera matríztica?

El segundo paradigma que quisiera invitar  a cuestionar es el de la duración de la maternidad. 

¿De verdad esto es para siempre? Y si así lo fuera, ¿es sano que así sea? ¿De dónde surgió la idea de que la madre nunca podrá dejar de serlo?  ¿No termina siendo una carga tanto para ella como para el hijo? Y, en particular,¿ para el hijo varón? ¿Incluso una condena? ¿A qué nos referimos cuando decimos en psicoterapia que sería necesario cortar el cordón umbilical?

Piénsalo de esta forma:  ¿Cuándo es que el pequeño de mamá puede volverse hombre? 

Para mostrar la importancia sobre la reflexión de este punto, creo un contexto y lanzó las siguientes preguntas: 

Llega el 10 de mayo.  Pensamos en un escenario donde existe  un hombre con pareja y con hijos. Es decir,  un hombre ya con su propia familia.

Este hombre, a quién celebra : ¿A la mamá que idealmente lo cuido de pequeño? ¿O a la mujer que él mismo escogió para tener a sus hijos? La profundidad emocional que tiene esta pregunta puede generar verdaderas batallas campales en el interior de muchas familias. En particular si la esposa quiere comenzar a construir su propia familia.  O si la suegra no deja crecer al hijo. O si la madre no acepta que su lugar debe de ser el de la abuela.  O si el hombre no acepta que ya dejó de ser un niño. 

¿Se vuelve complejo verdad? Y sin embargo esto es  tan cotidiano que sorprende que siga pasando. Y que a tantas familias les siga doliendo. 

El tercer paradigma que quisiera invitar a cuestionar es el de la madre inmaculada. Extirpada de todo tipo de sexualidad y erotismo en la mente del varón.   A pesar de que él , es el hijo de una relación sexual no puede imaginarse a mamá gozando con papá.  O mejor dicho, no puede imaginar que mamá, también es mujer, y como tal también es un ser sexuado, con pasiones y deseos libre para gozar con un hombre.  

Y si no puede imaginar a mamá, también le costará ver a su propia mujer así. 

En este punto recuerdo a un hombre que conocí hace muchos años que era muy asiduo a las prostitutas, cabarets, table dance y todo tipo de tugurios. 

Un día lo vi llegar lleno de diamantina en la cara y en la ropa. Oliendo a perfume barato y totalmente desaliñado. Y sin duda también, bastante gastado. 

-¿Qué pasa que vas a esos lugares? ¿No eres feliz con tu mujer?- Le pregunté-

-Claro que sí me contestó, pero hay cosas que no se pueden hacer en casa-

-¿Cómo qué cosas volví a preguntar?-

Bueno, a mí, por ejemplo, me encanta que me la chupen-.

-Y no puedes tener ese tipo de intimidad con tu mujer, -volví a preguntar-

El se me quedo mirando horrorizado y me dijo: – ¿cómo me la va a chupar si con esa boca besa a mis hijos?-

Este hombre no veía a la mujer que tenía en casa, veía a la madre asexuada que el catolicismo nos ha hecho venerar. Y se relacionaba con ella, como si eso fuera lo ideal. 

Cuando hablamos del hombre y la madre, valdría la pena que empezáramos a romper ciertos paradigmas.

El primero sería que el maternaje es solo privativo de la mujer.  El hombre, tal como lo he señalado, también puede ejercerlo.  Y de hecho nuestra sociedad necesita más hombre matristicos. 

El segundo es que que la maternidad es para toda la vida.  La realidad es que esto no solo se vuelve poco práctico si no además,  poco sano. La madre puede y debe ayudar al niño a convertirse en hombre. A seguir adelante con su vida. ¿Si la madre se perpetúa eternamente cuándo podrá crecer el hijo?

Y el tercero  sería dejar  de pensar que mamá  es un ser divino y asexuado. Mamá, antes de ser mamá, es mujer.  Más que un rol, es un ser. Y así debe de ser vista. 

Muchas gracias. 

 

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