¿Dónde están los locos?

Una reflexión sobre la psicoterapia.

 

Antes de iniciar quisiera invitarte a relajarte y a adoptar una posición cómoda. La más cómoda posible.

 

Si al final de esta lectura he conseguido incomodarte, aunque sea sólo un poco, sabré que tuvo sentido tomarme la molestia de escribir esto. Pues, como les digo a mis pacientes: sólo cuando salimos de nuestra zona de confort es cuando estamos dispuestos a generar cambios.

 

¿Antes, como para qué? Total, estamos muy cómodos, ¿no?

 

El problema de esta llamada «comodidad» es que normalmente no salimos de ella de manera consciente, tal como ahora te estoy invitando, sino que lo hacemos cuando estallan las crisis en nuestra vida.

 

En cualquier caso, sea de forma voluntaria o involuntaria, cuando salimos de la zona de confort, siempre generamos un aprendizaje. Lo mejor, pienso y sugiero, es hacerlo de manera consciente, a nuestro propio ritmo y por voluntad propia, no obligados por circunstancias que ya no están bajo nuestro control.

 

Cuando era chico y les dije a mi padre que quería estudiar psicología me contestó que todos los que estudiaban psicología necesitaban un psicólogo. Que sólo estudiaban psicología para resolver sus problemas. La respuesta fue abrumadora para mí. Si era cierto lo que él decía, entonces yo necesitaba un psicólogo y además tenía problemas por resolver. Y aceptar que uno pueda tener cosas que resolver y encima que no sabe cómo hacerlo y por lo tanto necesita a alguien más para ayudarse a sí mismo, no es fácil.  

 

De hecho, para ser honestos, es bastante difícil.  Irónicamente, cuando aceptamos que necesitamos ayuda todo, absolutamente todo, se vuelve mucho más fácil. Sin embargo, dar este pequeño paso y pasar de la negación a la aceptación de nuestra necesidad de ayuda es algo intimidante para más de uno. Y es ahí donde para mí comienza la locura.

 

Debo aclarar que en este momento no hablo de la locura que en el siglo pasado se utilizó como sinónimo de esquizofrenia, sino más bien utilizo el termino como es empleado regularmente en nuestro hablar cotidiano.  

 

Y no porque el término nos sea cotidiano significa que la realidad que describe sea menos grave. De hecho, quizá el peligro más grande es precisamente su gran cotidianidad. La locura se ha vuelto familiar. Y la vivimos todos, todos los días. Y quizá por eso, muchas veces dejamos de verla. Además, y por supuesto, no siempre es llamada locura, tiene muchos y muy variados nombres y muchas y muy variadas manifestaciones.

 

Para darte una idea busca las noticias del día de hoy. En el canal, en la estación, en el periódico o revista que quieras. La locura aquí se disfraza de violencia.

 

Esta locura es quizá la más fácil de reconocer. Decía Quino hace más de 30 años:

 

¿Qué tan fácil te es sonreír hoy en día a un extraño en la calle? Salimos y nos encontramos con otro tipo de locura:

  • Mira a ese loco que se acaba de pasar el alto.
  • O ese otro que se cruza abajo del puente.
  • O ese del microbús que maneja como si trajera reses en lugar de seres humanos.

 

Esta es la locura de la descortesía, del primero yo, del no me importa el otro. 

 

Llegamos al trabajo y otra vez aparece la locura:

  • Mi jefe está loco, quiere que todo esté listo para mañana.
  • Es una locura la cantidad de trabajo que tengo. No me pagan para hacer tanto.
  • ¿Dar un aumento en estos momentos?, ni que estuviéramos locos.

 

Esta es la locura de querer obtener algo sin dar nada o muy poco a cambio.

 

Buscamos la conversación para distraernos y encontramos nuevamente la locura: Esa es una loca, se acuesta con todo el mundo.  Esta es la locura en la que nos sentimos con la capacidad de criticar, censurar y murmurar sobre la vida de otro.

 

Este clima está de locos, no sabes si va a llover o a salir el sol o las dos. Ésta es la locura que estamos haciendo todos con nuestro planeta.  

 

Y muchas otras locuras más:

  • Ya sé que no soy feliz en esa relación, pero no puedo dejarlo.
  • Siento que estoy perdiendo mi vida en ese trabajo, pero no sé cómo salirme
  • No tengo dinero para pagar una consulta, pero sí tengo para gastarlo en ropa, comida, bebida o sexo. Aunque después me sienta igual de vacío. Igual de triste.
  • No le hagas caso a estas locuras, las está escribiendo un psicólogo y todos los psicólogos están locos. Ellos son los que necesitan ayuda.

 

La locura casi siempre es más fácil de ver afuera. En el otro, en la otra. Difícilmente la vemos en nosotros mismos. ¿Será por qué de verdad los locos están afuera y nosotros los que los vemos estamos sanos?  Decía Fritz Perls que ningún águila quiere ser un elefante y ningún elefante quiere ser un águila. Ellos simplemente son lo que son. Y Gertrude Stein:» Rose is a rose is a rose» Las cosas son lo que son. Somos lo que somos. Pero los humanos somos unos locos que no aceptamos lo que somos ni lo que hacemos. Nuestra gran locura ha sido meternos en la prisión del tengo que ser bueno, noble, maravilloso, deseable, amoroso. Ya adentro de esta prisión nos condenamos a lo que debemos hacer:

  • Debo de terminar una carrera.
    Debo de casarme.
    Debo de ser exitoso.

 
Vivimos en la prisión de ser perfectos. Olvidando que somos simplemente seres humanos. Y que, como decía mi padre de los psicólogos, todos tenemos problemas. Tenemos miedos. Tenemos odios. Tenemos debilidades. Y de vez en vez necesitamos ayuda. Pensamos que el problema está afuera. Que el día que tengamos otros gobernantes, otro trabajo, otro carro, otra pareja, más tiempo o más dinero, todo será mejor.

Esperando que un día todo cambie mágicamente. Sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Esa es la locura de la mayoría. Sin embargo, también he de decir que hay algunos pocos cuerdos que entienden que sólo son seres humanos. Que se buscan aceptar y conocer con su luz y con su sombra. 
Que dejan de perder el tiempo tratando de ser lo que no son y se enfocan en perfeccionar lo que sí son. Que reconocen que la vida es sólo un camino de ida.  Y son ellos y sólo ellos los únicos responsables de su vida. Y estos, los cuerdos, y no los locos a diferencia de lo que decía mi padre, son los que  terminan yendo a terapia. Pues han decidido hacer algo con su vida. Los otros, los que se quejan sin hacer nada, los que esperan soluciones milagrosas y de un día para otro, los que viven contándose el cuento de que el único cambio será cuando el otro cambie y no ellos mismos, esos para mí son los locos. ¿Conoces alguno?