Aprendiendo a ser Padre. ¿Ser proveedor es suficiente?

Como hombres nadie nos enseña a ser padres. Lo vamos aprendiendo en el camino. Repitiendo a veces los mismos errores que cometieron quienes nos precedieron. O peor aun cometiendo otros fallos, a veces más graves, por tratar de irnos al polo opuesto de aquello que consideramos que nuestro propio padre no hizo bien.

 

Reflexionar acerca de la paternidad, la que ejercemos y la que fue ejercida sobre nosotros, es un ejercicio al que, por cumplir con nuestro rol de proveedores muchas veces no le dedicamos el tiempo o la energía suficientes.

 

En mi experiencia en el consultorio y la lectura de numerosos estudios, (afortunadamente este es un campo en el que cada vez existe mayor interés científico) he encontrado que de todo lo que un padre puede o debe ser, el mayor peso se le da a la proveeduría de bienes y servicios. Como alguna vez un paciente me dijo: en casa cumplo la función de un cajero automático. Este «darse cuenta» de mi paciente lo lleno de un «algo» que no supo identificar bien a bien en un principio…Parecía coraje o así lo comenzó a identificar él…Sentía, me decía, mucho enojo…Con el trabajo de terapia comenzó a descubrir que ese «algo» que sentía y que confundía con enojo era en realidad tristeza. Esta dificultad para reconocer su propia emoción a no es algo inusual en los varones, de hecho, el confundir la tristeza con enojo y vivirla a través de expresiones de rabia es muy común.  

 

De hecho, los hombres nos enfrentamos con la incapacidad culturalmente aprendida para expresar nuestras emociones, en particular, hablando de la paternidad, a veces parecemos amputados psicológicamente de la ternura y el afecto. Emociones imprescindibles, por cierto, en la sana crianza de un nuevo ser humano. Al no saber expresar la ternura, los padres creamos entre nosotros y nuestros hijos fisuras que pueden volverse abismos sino las detectamos a tiempo. Sin embargo, ¿cómo detectar si estamos creando una herida en nuestros pequeños si nosotros como hombres no sabemos reconocer las propias? Recordemos que los «hombres» no lloramos. Somos los «fuertes». La debilidad pareciera que le pertenece al mundo femenino. Olvidando que ésta no tiene que ver con cuestiones de género sino con la propia condición humana.

 

Tal pareciera que el mandato para los hombres es «endurécete» y al hacerlo nos desensibilizamos, nos desconectamos, primero de nosotros mismos y después del otro, de la otra, en el caso particular de la paternidad nos desconectamos de nuestros hijos, perdiéndonos de quizá, las vivencias más hermosas que un hombre puede alcanzar en la vida.

Si tú consideras que como padre tienes mayores funciones que las de proveedor, pero no sabes cómo acercarte a tus hijos, la psicoterapia familiar o aún la individual, puede ayudarte a encontrar tus propias respuestas.

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