Y exigimos que nuestros niños sean los mejores, los más inteligentes, los siempre ganadores. Les pedimos un absurdo que ni los adultos podemos cumplir todo el tiempo.
Olvidamos que como pequeños ellos no saben nada de la vida. Que vienen a aprender todo de nosotros.
Pero, ¿qué es lo que en verdad sabemos?
Como padres, corremos todo el tiempo y muchas veces replicamos lo que aprendimos y pocas veces nos damos la oportunidad de explorar nuevas formas de “educar” al otro.
Por ejemplo:
- Muchos aprendimos que un «buen» niño es el que «se preocupa» por sus mayores, el que «se porta bien». Y de ser así, ¿no debería también haber un tiempo para ser “egoístas” y portarse “mal”? ¿Para “experimentar” en un lugar seguro y vivenciar sin riesgo las consecuencias de nuestros actos?
- También nos “enseñaron” a identificar como “virtuoso” el estar “atentos” a los deseos y expectativas de otros. ¿Y si esto fuera cierto, acaso no debería tener el mismo valor enseñarles a nuestros hijos a reconocer sus propios deseos y a vivir en gozo sus sueños y fantasías? ¿A experimentar la vida con ligereza y no con carga?
- Quizás también se nos “inculcó” que debemos ser “obedientes” para tener el “derecho” a ser amados. ¿Entonces cuándo les diremos a nuestros niños que también merecen ser amados al equivocarse, al revelarse, cuando no son perfectos sino simples mortales como nosotros? ¿Cuándo les daremos permiso de sacar su enojo, sus tristezas o sus miedos?
Honestamente, como sociedad nos hemos equivocado mucho. Y nuestros niños pagan las consecuencias.
Por eso, cada día se vuelve más necesaria la psicoterapia infantil, no porque nuestros niños estén mal, sino por que vivimos inmersos en un contexto que les pide más de lo que pueden dar. Y sobre todo no se les ofrece un espacio donde ellos APRENDAN A SER, más que a hacer.
La infancia es vista proyectando al futuro, y no desde el presente.
La psicoterapia infantil como yo lo manejo tiene algo de Gestalt y mucho de juego. Rescata el modelo Oaklander y la magia del eterno presente que todos los niños nos invitan a recordar. Y sobre todo a gozar.