Una familia que alcanza esta libertad es una familia sana.
Sin embargo, pocas pueden lograrlo, pues como bien decía Erick Fromm, los seres humanos le tememos a la libertad. Y todo lo que nos asusta, buscamos controlarlo. Y al controlar, esclavizamos. Y al sentirnos esclavos, nos revelamos. Generando de esta forma un círculo vicioso que llena a la familia de tristeza, miedo y enojo.
Y aunque esto es grave, el verdadero reto es que pocas familias se atreven a reconocer que se encuentran sufriendo. Mi experiencia en el consultorio me dice que no es fácil aceptar que alguien en la casa tiene problemas. Y aunque quizá todos saben que las cosas no van como deberían, nadie se atreve a hacer algo al respecto. O peor aún, todos saben que todos tienen problemas y ninguno hace algo por buscar resolverlos.
En ese sentido, comparto la visión de Sánchez y Gutiérrez y pienso que el concepto de enfermedad debe reformularse al momento de aplicarse a la terapia familiar. Siendo más específicos, el comportamiento sintomático (el problema que lleva a la familia a terapia) es sólo la señal de una crisis o un desajuste mayor.
Esta crisis, dejando a un lado los diagnósticos fatalistas que se otorgaban en el pasado, debe ser vista como la manifestación visible de una necesidad de crecimiento.
Así entonces para mí una familia llega a terapia porque necesita crecer y los problemas que la aquejan son sólo la manifestación de que no sabe cómo o en qué dirección hacerlo. Por lo tanto, el principio fundamental de la Psicoterapia Familiar (sin importar la escuela teórica en la que nos apoyemos) será el de ayudar a romper la inercia que ha llevado a la familia a estar en la desesperanza y frustración que los trajo a consulta. Y sobre todo, ayudar a cada uno de los miembros a encontrar soluciones efectivas que les permitan experimentar nuevas formas de ser y estar en la vida, para así poder continuar creciendo juntos como familia.
Recordemos que nadie nos enseña a ser padres. Ni a ser hijos. Ni a ser hermanos… En suma, nadie nos enseña a ser familia. Lo que sabemos, lo sabemos gracias a lo que, para bien o para mal, hicieron nuestras propias familias de origen. Que por cierto, tampoco tuvieron quien les enseñará a ser familia. Y así, de generación en generación vamos trasladando nuestras fallas. Hasta que alguien, en algún punto, decide sanar. Así entonces, la Psicoterapia Familiar al sanar el presente, sana el pasado y también el futuro de la familia.